Pedro enel

MI ALMA GEMELA.

 

En este camino de la vida,

decidí aferrarme a Dios,

entregándole mi corazón por completo.

 

Quiero recordarte, mi dulce princesa,

que no me enamoré de ti por tu belleza,

que aunque es radiante, se seca como la flor

después de la primavera.

 

Me enamoré de ti porque temes a Dios,

Él es tu fuerza, tu mayor tesoro,

Él te hace brillar de pies a cabeza.

Eres una obra de arte, un regalo divino.

 

Con un solo beso en esos labios rojos,

me inspiras a susurrarte al oído,

que eres y serás siempre la única reina

de mis halagos, haciéndome aullar como los lobos.

 

¿Quién no se volvería a enamorar?

Si un ángel como tú es difícil de encontrar,

¿quién no se volvería sentimental?

Si dentro de ti habita una luz fenomenal.

 

Cuando tomé tu mano en el altar,

frente a Dios y ante tus padres,

te prometí que todos los días te respetaría

y te cuidaría como un bello jardín.

 

Gracias por cautivarme con la luz

que irradia tu alma, mi dulce princesa.

Solo te dejaría de amar si me atreviera

a contar los granos de arena del ancho mar.