La fresca mañana de un fin de mayo,
marcaron el inicio del aventurero viaje,
hacia el anhelado sur de mi hogar,
donde esperaba mi musa para inspirar.
Frente al amor deseado,
nuestras miradas se encontraban en un susurro silencioso,
la dulzura encantadora de sus ojos negros,
y la sensual belleza de su rostro y su andar,
alimentaban con llanto la ilusión de amar.
Sentada en un sofá, cual reina mía,
gobernante de mi corazón ilusionado,
su amor se transmitía en cada presencia, dando sentido a mi aventura,
con una alegría en mi rostro que nunca antes sentía.
Nos obligaron a solo una amistad,
pero nuestras almas sabían la verdad,
en cada mirada profunda compartida,
vivía el amor que el destino nos quiso negar.