Arrancados de la desesperanza,
en una guerra de trincheras
y halcones de hierro,
se interpretaron los signos
heridos y fragmentados
por una espada de filo negro
bruñida en la indecencia.
Encarnado el sufrimiento
en cicatrices sin reconciliación,
los hombres caminaron
bajo tormentas de arena,
y cruzaron ríos de lava
apagando tempestades
y borrando sus recuerdos.
Los ritos y las leyes,
inmisericordes,
inmunes al milagro
anticiparon su destino.
Solos y vulnerables,
forjados en la resignación,
tejieron ensoñaciones
con crespones negros.
Vaciando los cartuchos
con brazos fuertes,
liberados de sí mismos
y despojados de sus votos,
los iniciados, los sabios
y los prudentes encontraron
el corazón de la vida.