Pilar Luna

1936

Arrancados de la desesperanza,

en una guerra de trincheras

y halcones de hierro,

se interpretaron los signos

heridos y fragmentados

por una espada de filo negro

bruñida en la indecencia.

 

Encarnado el sufrimiento

en cicatrices sin reconciliación,

los hombres caminaron

bajo tormentas de arena,

y cruzaron ríos de lava

apagando tempestades

y borrando sus recuerdos.

 

Los ritos y las leyes,

inmisericordes,

inmunes al milagro

anticiparon su destino.

Solos y vulnerables,

forjados en la resignación,

tejieron ensoñaciones

con crespones negros.

 

Vaciando los cartuchos

con brazos fuertes,

liberados de sí mismos

y despojados de sus votos,

los iniciados, los sabios

y los prudentes encontraron

el corazón de la vida.