Le preguntó un día Cupido a un mortal pensativo:
\"Dime, ¿Cuál es el motivo de tu evidente aflicción?
¿Acaso tu corazón por un desdén es cautivo?\"
\"¿Si te hizo daño un desaire, deseas que te haga un favor?
Yo soy el Dios del amor, anda, dime a quien tú amas,
que ahora vengo con ganas de tirar flechas al aire.\"
El mortal, con temor, le contestó:
\"Pido de tu gracia dos favores.
Que Tais de mi se enamore… Mas,
si con el amor jugara y a otro después amara,
concédeme pronto olvido.\"
Y Cupido tristemente, cabizbajo y confundido
en un mar de incertidumbre se ahogaba en su pensamiento.
Preguntábase abatido: \"¿Puede el mortal insensato
poseer entre sus manos la semilla del amor
y creer que al poseérla le asegure que de flor?
¿Me pides por un amor, mas tienes temor perderlo,
cuan si todas las semillas aseguren fruto dar?
Olvidas que las semillas al cultivarlas debieras
protegerlas noche y día; guarecerlas o asolearlas;
con paciencia y con cariño, para preservar su vida...
Mas si acaso falleciera, como a menudo sucede,
que así como hay sol, hay lluvia, también tiempos inclementes;
y todo en exceso mata, aún a la más firme mata…
Veo que quieres te asegure lo que jamás nadie sabe:
Predecir que tus semillas, todas ellas traigan vida;
olvidando que el futuro ni los dioses lo aseguran…
Si todos los campesinos, al sembrar temor tuvieran,
creo que en esa incertidumbre, todos ellos se murieran
prefiriendo no sembrar; por temor a fracazar.
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