En el confín del tiempo, donde el amor se enreda,
se entreteje la historia de un corazón que sufre,
quiso cambiar lo eterno por fugaz placer que ciega,
y en el desatino encontró la pena que lo hiere.
En el brillo efímero de la pasión sin compromiso,
dejó marchitar la flor que le ofrecía el alma,
prefiriendo la promesa de un vuelo indeciso,
olvidando que lo sólido nunca se reclama.
Creyó hallar en la novedad un destello sin igual,
pero el corazón fiel nunca se resigna al desdén,
ahora ve desvanecerse la oportunidad vital,
de reparar el lazo que forjó con tanto bien.
La aventura sedujo con su encanto ilusorio,
mientras el amor auténtico esperaba en silencio,
pero el tiempo implacable ya dicta su horario,
y el final se aproxima sin dar espacio al arrepentimiento.
¿Qué vale el éxtasis breve frente al amor profundo?
¿Qué consuelo hallará quien descartó lo verdadero?
En el ocaso de lo que fue un lazo fecundo,
queda la certeza de un error que ya no tiene remedio.
Así, en el crepúsculo de la oportunidad perdida,
se vislumbra la verdad que hoy pesa en el pecho,
que el amor entregado con fervor y sin medida,
es tesoro que se marcha cuando se le da desecho.
Que el fin esté próximo es doloroso presagio,
pues no siempre el perdón llega tras el desamor,
y quien tanto entregó, hoy contempla el estrago,
de haber cambiado el oro por la sombra y el rumor.
Así concluye esta historia de amores desiguales,
donde el corazón sabio anheló en vano la paz,
pues elegir entre el fuego y las dulces rosales,
define el destino que el alma ya no deshace jamás.