José Luis Galarza

Postales de la paz

 
Dicen que será graduada la destrucción.
Desolada la consecuencia,
la postal y mi niñez.
Las palabras cambiaron en las esquinas.
Fruto de la liquidez.
Fruto del giro de la ruleta.
La liberación llega,
pero ahí también falla el cálculo.
Practican una liberación radical.
Con sarcasmo llovía destrucción,
¿son una bendición las bombas en el campo?
Mis hijos quisieron escapar.
Quisieron cuando estaba prohibido ese verbo
en contra de la paz.
La paz carga con sus contradicciones,
con el rostro de las incógnitas.
Siempre quise la paz tal como la que encuentro en mí.
La inexplicable, la insobornable,
sostiene sus armas.
En oportunidades reniego de este capricho.
Lo atribuyo a la inocencia pueril,
al estancado precio de la quietud,
a la nostalgia, a la cuna,
a la paciencia del pensamiento.
Es un movimiento laxo
el respeto a las pausas del pensamiento.
Me apega a la tierra, me detiene el remanso.
¿Por qué entonces puedo también
sentirme incómodo con la paz?
La paz también me llena de culpa.
Cae en bocas impropias,
la paz está en el silencio como una bestia.
Pueden encontrarla en el sepulcro
cuando la pronuncia el odio.
Puede tener la forma de un argumento,
y ser una razón para la guerra.
La paz como estado último
si la exploro sin optimismo,
una distopía feroz, engendro del poder,
que desemboca en el sepulcro.
La paz más anhelada
¿es tan parecida al silencio definitivo?
Al temor de hablar
tiene la apariencia de canción de cuna
para adormecer el pensamiento.
En contra me declaro de la paz universal, hija del terror.
Es tan diferente a esta avecilla que trina en mi ropa,
en mi oído.
Reposada como una poesía trina la melodía diferente
la que sí
la que sí puede conjugarse con las diferencias
la que sí
la que sí puede conjugarse y punto
la que sí
la que sí prescinde de lo único
la que sí
 
José Luis Galarza (2019)