Es una tarde parca,
un día de rutina,
todo fluye con la misma regularidad
como a marcha forzada,
como si el sol alumbrara
el paisaje y nuestra sien
sólo porque tiene que hacerlo,
no por pasión.
Como si el mar tuviera
la obligación de mover sus olas
para que el viento,
también obligado,
nos refresque la piel.
El cielo gris parece
anunciar la lluvia
en el limbo del ocaso.
Mi corazón late lento,
tedioso, desconsolado.
¿Dónde quedaron los días de primavera,
esos días de cielo azul,
días de aventura e ilusión?
Tal vez un rescoldo halle
bajo mi cabellera plateada.