En el sendero de mi vida andaba con los pies descalzos y la mirada baja, a cada paso sentía las espinas, clavándose profundo, como un eco de las tristezas que habitan en mí.
Las hojas caían con la fuerza del viento, igual que mis esperanzas, mientras el sol se ocultaba. El cielo gris, refleja mi alma perdida en la penumbra, que busca la calma perdida.
Las espinas del camino me recuerdan las heridas que la vida me ha dejado. Cada dolor, cada lágrima vertida, que se convertían en sombras, en una nueva cicatriz en mi corazón.
Pero en esa tristeza encontré una gran fuerza, porque en el dolor también hay fortaleza y aprendizaje. Y aunque siga en ese camino lleno de espinas, sé que al final, hallaré alivió y consuelo.
G3