Quítame estos ojos que ya no quiero observar, los seres somos diáfanos y hay mucho que ocultar. La vida siempre corta e idealiza la nobleza, la muerte recta y diestra no permite ni una afrenta. Aunque se pongan diez en fila uno observa lo que anidan, aunque muestren lo que esconden no se indulta que no encaja.
El lejano horizonte no es futuro si se sabe, el futuro no es misterio si familiar se presenta. El rumbo se idealiza perfecto para los que ciegos deambulan, más de conocerlo quien ha de andarlo si el destino ya es cierto.
Solitario el horizonte del caminante furtivo, que visualiza cada paso y su realidad él sostiene. Dichoso el que con sus pies avanza sabiendo bien la trayectoria, bailando por los senderos y tambaleándose al andar luciendo un paso torpe para los que no saben mirar. ¿Pues estando él a su lado que tan lejos llegara?
Destino fugaz para el soñador valiente, que se arriesga sabiendo que no habrá por venir. Perpetuo el recuerdo de los huesos torcidos de caídas sabidas, de barrancos visibles y de percepciones vanas.
Implacable el final para los que ciegos deambulan, dichosos de sus zanjas y de visitas fugases de ciegos que alagan destinos inciertos y horizontes lejanos que nunca verán.