- Hola. Si, ha pasado tiempo desde la última vez que te saque del cajón y comencé a garabatear en ti. Robando tu pureza poco a poco para darte algo qué contar. Convirtiendo tu apariencia en una hermosa historia para luego darte a conocer al mundo; aunque ese mundo sea un pequeño público. Hacerte brillar con cada sílaba, y cada frase. Tratando de ser cuidadoso para que no te arrugues y seas perfecta. Sin embargo no estoy tan seguro de como terminarás en esta ocasión, no sé si lo que me trae a ti es el puro placer que me provoca escribirte, o el mismo desahogo que generalmente me trae a este viejo sillón, este antiguo escritorio de algarrobo, la pluma y el olor a tabaco que se enciende y anuncia mí llegada. Ese mismo aroma que te advierte que estoy cerca, a punto de traerte a la luz, a punto de transformarte en una pequeña, casi nula, parte de lo que soy.
Hace mucho que no nos vemos, que no te cuento mis sucesos. Pero la verdad es que no ha pasado nada nuevo, solo un poco más de lo mismo. El gusto amargo todavía no se va y mis sueños persisten en el limbo de las pesadillas más extrañas, sin permitirme descansar del todo. Más bien, abro mis ojos pesados, miro lo primero que hay en frente y escucho a la angustia saludarme. Intento recordar de qué trataba aquel sueño, no obstante, aún no lo consigo. Y a esta altura, a esta hora del día ya no interesa, porque se que cuando caiga el sol y la luna se asome, y mí cuerpo dicte que es momento de acostarse, volveré a mirar el techo de mí habitación, pondré mí mente en blanco lo más que pueda, y cerraré los ojos con la ilusión de que al despertar, el día será distinto.
¡Ja! Claro que no es eso lo que me trajo, simplemente es un pequeño desvío antes de contar lo que vengo a contar. Y en realidad no hay nada que contar, porque ahora que lo pienso, ya todo fue contado. Estoy aquí porque la necesidad de recordar quién soy, me urgía. Porque siento que la tristeza me obliga a volver, el autoestima hace destrozos en mí interior y no deseo perder esta batalla contra mí propio yo. Estoy aquí porque, como dije al principio, quiero robarme tu color virgen y si me toca perder la guerra, al menos quiero que tú brilles. Así sea por última vez, quiero ser testigo de la perfección y hermosura que serás. Y tu final vuelva mis pesadillas en un sueño especial, para poder sonreír dentro de mí propio mundo, melancólico pero con la paz que despierto no he logrado alcanzar.
Este espacio es el escape donde me aferro para que los malos pensamientos no se hagan grandes y se tornen a una decisión irremediable. De la que no tiene regreso y menos perdón. Tú eres el aire que busco cuando hace falta, cuando aquellos no me oyen y las palabras son inútiles. Eres lo que anhelo ser; una hoja ordinaria que puedo doblar, pisotear, hasta que seas un pedazo de papel arrugado y sucio. Pero que no sintió la humillación y desprecio que mí alma sufre enjaulada como ave esperanzado e ilusionado con algún día ser libre. Eres envidiable, eres mí refugio. Y aunque estás líneas no tengan sentido, o no lleguen a nada en concreto, te agradezco. Agradezco que estés ahí, para volcar mis sentimientos absurdos en ese color puro y tan vivo. Y si te estás preguntado... si, eres sencilla, pero perfecta, digna de ser leída. Y para ello viajaras junto con las otras, caeras y serás uno más de mis relatos cortos, y locos. Con un nombre que te distinga de las demas, un título propio, que te haga mío y solo mío. Mí pequeño papel color puro.