Estoy sentado ahora, frente a tu ausencia
y es como vivir al costado de la línea férrea
esperando,
el regreso de los vagones, de una ruta
que ya no existe.
Y aun así te digo:
“ciérrame los ojos tristes con tu pecho,
déjame estar
encima de todos tus deseos y arrástrame
con las aguas alegres del consuelo
hacia ese mar donde ahora sueñas…”
Nadie sabe qué me hundo y voy hacia abajo
para oírte,
para distinguir tu sombra entre las flores
de la noche
y recoger mis palabras muertas
entre las hojas caídas, regadas, también
muertas.
Nadie sabe que el viento me murmura
con una voz como la tuya:
“Ve allá, a encontrarme en tu memoria…”
Ya no estás en mis días, ya nadie se levanta
a sonreír
con la fe universal en mi costado,
ya no me inclino más con el desayuno y el café
cargado,
sobre tu cuerpo y tus felices manos,
paloma perdida en el amor,
haciéndome sonreír en la oscuridad