Rafael Huertes Lacalle

A CORDOBA

 

A CÓRDOBA

 

Las aguas que lleva el río

por Betis su antiguo nombre

resuenan bajo los arcos

del puente a la media noche

 donde altivos los corceles

de una cuadriga en el trote,

ceden paso a tres culturas

en romance y buen acorde.

 

Augusto de torso en piedra

en convivencia los oye

a judíos, musulmanes

y, cristianos de fervores.

Testigo ilustre en la historia

El Arco le corresponde,

dejando La Puerta abierta

de la villa rumbo al norte.

 

Entre limos, la ribera,

de Albolafia pinta un bosque:

álamos, juncos y zarzas

emergentes sobre islotes

  y en la estampa hay una noria

ilustrada en los pendones,

desde el puente que la vela

impasible al horizonte.

 

Al remanso, sobre el río,

se refleja en plata y noche

urbe insigne que espejea

y titila entre faroles,

invitando con la bruma

al misterio que propone

una Córdoba embrujada

de enigmáticos rincones:

 

Vigía espigada en piedra,

aljama que fue y que es torre,

sus paredes baña el río

sus campanas tañen cobre.

 

Columnas de jaspe y mármol

en arcos de dos colores

de caliza y de ladrillo

y mosaicos con galones

bizantinos, relucientes,

proyectados como soles

al mihrab de la Mezquita

con sura en revelaciones.

 

Rampante y garboso El Potro

de piedra blanca en la pose,

el agua sobre la fuente

que, en caños vierte con brotes.

 

Y en angostas callejuelas

empedradas con derroche,

fachadas de cal sostienen

un hálito excelso a flores.

Geranios y gitanillas

entre forjados barrotes,

descuelgan suave al vacío

se asoman por los balcones.

 

Tremolan suave en la brisa,

rezuman aroma a monte

hierbabuena, marialuisa

y azahar de los limones

y, la flor de los naranjos

que en sus ramas ya se rompe,

exhalan esencias frescas

al aura con dulce porte,

 aquí, se engarzan en plata

y en un baño de colores

atavían ondas de aire

queriendo parar relojes

 empapándose en el eco

repetido como acorde

del agua sobre las fuentes,

su espejo roto en temblores.

 

De fondo, vibran las cuerdas

de una guitarra en el toque,

sobre un tablao flamenco

con repique de tacones;

coplas quebradas profundas

sentimiento en el folclore,

notas de un patio andaluz

gala y baile entre clamores.

 

 Las aguas que lleva el río

por Guadalquivir el nombre,

resuenan bajo los arcos

del puente como canciones

al ritmo, la melodía

y letra de rima noble

de esta ciudad encantada

que es relicario de flores.

 

 

Rafael Huertes Lacalle