Al pie de la letra guían nuestros santuarios
que habitan el edén de escamas flotantes:
Como profundo y diáfano su lente divergente
en la concavidad de sus animosidades que
dejan los monocromáticos ósculos de espumas etéreas
y es el estremecimiento de espasmos ancestrales
que escarban mis sienes en su punto de rocío.
¡Qué magnificencia encierra nuestro edén de escamas flotantes!
Ahora la llama es apenas un roce dicho y hecho
en la sinuosidad del tiempo ante su onda oscilatoria,
sobre un trecho recorrido en algas que duermen,
como un lirón junto a sus calideces y remembranzas.
Nos guía el edén y echa a rodar sus azules armaduras
ungido de esencias echando raíces de salamandra y nereidas;
de tatuadas dermis de arcángeles inermes, de serafines que
van dejando un hálito de frutos pecaminosos dejando así
las venideras estrellas de serenidad en la memoria.
¿Quién puede negar la guía profunda de nuestros santuarios?