Una lluvia de plumas blancas,
congregadas sinfónicamente
en un espacio
dentro de la turbulencia del viento,
cayó
delante de los ojos del firmamento, alegremente,
como un acto de magia infantil
creado, al fin, por la conjugación
de la sombra indescifrable del cuerpo
con el antiguo deseo de gozar
del placer de sentir
lo que existe más allá
de la conciencia del mundo
contenido en la cabeza.