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Me arrastré por las calles del centro, olfateando,
sobre el tibio asfalto del otoño, mis viejos pasos.
Algunas huellas primitivas de mi pasada juventud,
algunas gotas de sangre perdidas para siempre.
Una mujer o dos se dieron cuenta que algo me pasaba
y me dijeron secamente, la muerte está sólo en tus ojos.
Aquí, el sol nos ilumina y la brisa otoñal llama al amor.
Hay niños entre nosotros, crecen sin muerte, sin pasado.
Hay jóvenes en nosotros que no quieren olvidar ni vengarse.
Hay poetas que no dejaron de cantar poesía un sólo instante
y hay mujeres dispuestas a vivir para que haya una Patria.
Deja, hombre, de morir, con lo que ya murió,
sal de la tumba, siempre abierta, del pasado,
anímate a nuestras voces, plenas de porvenir.
(Del libro Amores Perdidos; Ed. Grupo Cero)