Fue en un domingo cuando descubrí el naranjo,
¿Podría haber sido en cualquier día? ¿Comprendería su fruto singular?
Pero fue el domingo, un domingo soleado,
Y resplandecía, como pocas cosas lo hacen los domingos, el naranjo recién descubierto.
Debo de haberla visto antes, haberme encontrado con ella mucho antes de conocerla,
Pero fue en ese domingo cuando la descubrí, el naranjo, con su propio aire.
Temía que sus ramas serias y sus imponentes hojas fueran algo más,
De esas cosas que duelen, que lastiman, que atraviesan de pasada.
Pero en aquel domingo vi su color naranja, como solo son los naranjos,
Y, por más fuerte que fuera el miedo, el temor, al descubrirla naranjo, en ese domingo,
Con el brillo y el sol de los domingos, no cualquier día,
Sino en aquel domingo en que hallé el naranjo, mi corazón se rindió.