Hola, papá, hasta el cielo te saludo,
confiando en la redención como promesa.
Contarte mil cosas es mi deseo mudo,
todo lo que he vivido, mi alma expresa.
Te guardo amor profundo, en cada lugar te hallo,
tu primer nieto es tu imagen, tal como eras.
El segundo, con tu carisma, tuyo es el tallo,
y Lua, tu bisnieta, en ella tú te reflejaras.
Han pasado veinticuatro años ya de tu partida,
te recuerdo con 58, en tus mejores días,
amoroso y comprensivo, en mi vida,
tan guapo, en mis memorias, siempre brillas.
Últimamente, a diario tus recuerdos llegan,
quizá es la nostalgia que trae la fecha.
Te pienso viejito, y a mis ojos alegran,
tus bisnietas traviesas, tu risa que desecha.
Me hubiera gustado tanto verte así, anciano,
dándome consejos tan sabios, tan buenos,
como cuando en el internado, firme, me tomabas la mano,
o cuando me decías, “ve por el pan”, con sueños.
Cuánto amor y confianza me diste en juventud,
una huella imborrable que me hace pensar,
que mi integridad depende de mi rectitud,
y en cada paso firme, tu voz me suele guiar.
El año pasado, en un evento del pueblo,
la señora Sirenia me dijo con emoción:
“Tu papá fue valiente”, y mi pecho se hizo niebla,
humedecieron mis ojos, y vibró mi corazón.
Me contó una anécdota que su idea formó,
de tu valentía, que ya yo sabía,
desde que en la puerta del internado, me despediste,
esa fuerza que me diste, en mi vida se quedó.
No solo logré la licenciatura, Pa\',
soy bien necia y a los libros me aferro,
culminé la maestría y el doctorado ya,
mamá me dijo que orgulloso tú me miras desde el cerro.
Gracias, papacito, por hacerme segura,
al decirme que anhelaban mi llegada,
que fui la primera flor en tu ternura,
tu jardín en mi alma está siempre regada.
Hasta nuestro próximo encuentro, padre amado,
te amo infinitamente, eso te confío.
Besos hasta el cielo, en un soplo alado,
Betty, tu amada hija, en este verso mío.
Auror: Elizabeth Alejandra Castillo Martínez/Liaazhn
Junio, 2024.
Todos los derechos reservados