Decidme cómo es un árbol.
De como sus ramas crecen hacia el sol
y de cómo se ancla al suelo con sus
duras raíces.
Hablarme cuando los pájaros no
siembren allí sus nidos o cuando
los niños no escalen sus cortezas.
Gritarme cuando vaya a romper otro
televisor con telediarios o cuando
esté a punto de tirarme por la ventana.
Pegarme cuando mis piernas paren de
correr o cuando mi voz se apague.
Extrañarme cuando mis letras
se pudran en la tierra.