Ella no sabia pensarse sin el.
El leia la vida por los ojos de ella.
Aprendieron a quererse como si cada encuentro fuera el de la despedida.
Sus vidas eran como chorros de agua transparente en la fuente de un parque donde unos niños, sedientos, gritaban y corrían.
La mejor cosecha de su amor permanece oculta en el granero de la memoria.
Sus casas tienen infinidad de puertas, siempre abiertas.
Amanecía cuando cualquiera de ellos llegaba.
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