Tantos años autodestruyéndome para caer en la ironía de que lo único que logre fue hacerme más fuerte que nunca.
Deje el carbón en la capa exterior y transforme el interior en diamante sin darme cuenta.
Queriendo ser mi peor enemigo me transformé en mi mejor y único aliado, una automutilación mental que poco a poco se fue alterando hasta convertirse en las caricias más sinceras que nunca nadie me dio.
La soledad no fue un castigo, fue el premio a vivir el infierno y hoy encontrar la utopía de vivir con las llamas en el cuerpo.
Las “ruinas” hoy son el paisaje más hermoso...
¿Serías capaz de ver la belleza en este exhaustivo caos?