Mirando la pradera muy ufana
que luce del trigal su espiga de oro;
y oyendo de canarios regio coro
de vida yo escuché feliz campana:
Sentí la bendición que siempre emana
un místico fervor; que yo valoro
igual que un madrigal, que muy sonoro
es siempre del amor la dulce diana.
Entonces comprendí que madre tierra
es bella y melodiosa poesía;
en cuyos esplendores siempre encierra
las gracias de la vida y su armonía;
que tratan de destruir con cruenta guerra
las hienas de ambición y felonía.
Autor: Aníbal Rodríguez.