Carne de tierra, esclavo de tus orígenes
heridas de trabajo dejando su huella
en cada rincón apaleado tu cuerpo
ahogando tus sentimientos primigenios.
Arrastrando tu vientre sobre esta vieja tierra
la siento humedecida por el sudor de nube
el tormento de la oquedad de tus ojos
cada paso es un peso en el pecho
cada golpe es una herida ardiendo.
Todo es un crepúsculo de sueños
desde la aurora con la humedad calando tus huesos
hasta el ocaso con tu cuerpo ya ensangrentado
como el rojo del sol en su despedida del valle
sinestesias y sudores de hambre
una lucha entre la tierra y el hombre.
Hasta el aire es huraño en levedades
cuando tu frente suda
suaves olas de viento
secan los surcos de tu frente
y la tierra se retuerce, terca y dura
ante tu mirada.
Es el preámbulo de una vida de sueños
donde el duro trabajo es la penitencia
para una vida de paraíso
en otro mundo, en otro cielo.
Pero en esas lomas solo ves
el laberinto de un cielo dolorido
un vergel de la nada
un sueño de película grotesca
el eslabón del engaño de tus cadenas.
Sobre tu espalda encorvada
como si el pico de un papagayo se tratase
los ángeles lloran y las nubes desaparecen
¡Cuánto dolor en ese cuerpo de flor marchitada!.
Las manos agrietadas
son surcos en la planicie de la loma
tus dedos dureza de roca
de excavar la tierra
y tu aliento el llanto del cielo.
Con la boca amordazada por la vida
la primavera es silencio
y el invierno el llanto
eslabones perdidos de la cadena de la esclavitud
del campesino a la tierra.