Llegaste a mi, dorado lucero,
compañía en mi noche oscura,
tibio fulgor para mi pecho.
Ah, pequeño lucero, te abracé
y desde lo hondo subió el beso.
Llegaste en el bosque de la noche
cuando los perros ladraban
al aire fresco. Bello es tu nombre,
lucero, pronúncienlo mis labios
y el aire pálido lo deshoje.
Mis brazos te hicieron un nido,
mis dedos buscaron tus secretos.
Mi deseo por ti hundió su filo
en la llaga del sentimiento,
y corrió desatado, en el abismo.
Mi corazón creció como una ola
y tu ardor abrió su panal dorado.
Te amé en una sola hora
lo que las abejas el polén beben
de las flores que sueñan solas.
Lucero amado, tu cándido despertar
entre lo bello, rozó mi corazón
con la claridad de la entereza,
amor puro y simple que abraza
a mi gris alma sedienta.