Jesús, hijo proletario de María proletaria, caminante de barrio marginado, necio orador de suburbios olvidados, incendiario del alma de los pobres.
Aquí a dos mil diez años de tu ausencia, la tolerancia ha alcanzado el limite supremo y proliferan los Judas y Pilatos.
La tristeza me brota del alma cuando veo tu presencia naufragar en palacios construidos sobre chozas desnutridas, te he sentido más, en la desvensijada capilla de un pueblito, donde existe en estampas provincianas, la madre pidiendote por sus hijos, una que fue a ciudad a trabajar en casa de patrones, no regrese violada de miseria, preñada de la angustia, parida del sistema, el otro allá en los cerros, sembrando la vida libre, en el pecado de la guerrilla.
Te vi meterte calle adentro, barbado y sin corbata no podía ser obrero, capataz, ejecutivo ni empresario, ni podías aspirar al básico sueldo de ser nadie.
entraste por las favelas, villas miserias a rescatar niños, que recibieron como herencia de una sociedad indolente, un pedazo de cartón para dormir y una funda de goma para viajar al sol en busca de mamá.
Sigo creyendo que en la azul carpinteria de tu padre la tarea no a cesado y se sigue tallando el mundo nuevo.
Jesús, no te vayas todavia! quiero hacerte una pregunta.
¿Es verdad que Dios tuvo un hijo carpintero?
Si,
¿Qué le encomendó arreglar el mundo?
Si.
Entonces ¿Porqué se olvidó de darle los clavos?