Bajo el cielo gris de un patio olvidado,
donde la sombra del sol nunca llega,
yace el niño en silencio, el abandonado,
sintiendo cómo su esperanza se doblega.
Escondido y llorando, sufre en la penumbra
un eco de llanto que el viento arrastra.
Cada lágrima suya es una cifra funesta,
en la quietud, de una infancia que deslumbra.
Gritando en el vacío recuerdos que arden,
ecos de una risa que el tiempo ha borrado.
Cada memoria se encuentra en un orden
que termina por atormentar al niño asustado.
Emociones entumecidas, sin poder gritar,
en el pecho de aquel niño ya perdido.
Un corazón que late, sin poder amar,
y un susurro, de dolor, en un mundo temido.