ROMEGUE

LA CARTA QUE NUNCA LEERAS

Esposa, hoy es Once de Septiembre, los delirios y las ondas nocturnas de amor que nos fue esquivo, son olas sin retorno en un mar de ilusiones.

Los gránulos de hojas marchitas, escapan de la soledad, se dispersan, para acompañar tu espíritu, camino a la gloria. 

Mujer labriega de amor, árbol legendario lleno de gavinas y turpiales; esparciste tus ramas en el inmenso biombo verde, donde caminas como fantasma entre soles.

Mujer hermosa, perseverante, de exhortaciones sutiles, filosofía de vida, de jovialidad perenne, esposa osada, nunca sucumbiste ante el infortunio y la perplejidad.

Madre mediadora, afectiva, de corazón complaciente y servicial, que labró familia, hogar y bienaventuranzas, moriste entre las súplicas de vida. 

Tu corazón, de revestimiento metalizado y radiante, ¡paró en el tiempo!, capituló ante la fuerza impetuosa de la enfermedad sedienta de vida.

Tu último suspiro; fecundó las sombras, donde solo los muertos conocen sus sendas.