Era ser una vez muñeca hermosa,
de ojos grandes y brillantes,
cabello rubio y rizado,
y labios rojos y llamantes.
Su vestido era de seda,
bordado con hilos de oro,
y en sus pies llevaba zapatillas
de raso blanco y primor.
La niña la quería mucho,
la llevaba a todas partes,
le contaba sus secretos,
y le cantaba sus canciones.
Un día, la niña enfermó,
y ya no pudo jugar más.
La muñeca la miraba triste,
sin saber qué hacer.
La niña murió al final,
y la muñeca se quedó sola.
La pusieron en un baúl,
y la guardaron en el ático.
Pasaron muchos años,
y nadie se acordó de la muñeca.
Un día, una niña la encontró,
y la sacó del baúl.
La muñeca estaba vieja y polvorienta,
pero sus ojos aún brillaban.
La niña la limpió con cuidado,
y le dio un nuevo vestido.
La muñeca sonrió,
y la niña supo que era mágica.
Desde ese día,
fueron las mejores amigas.