Mallez

Lo sé

Lo sé, y desde entonces la muerte

no es más terrible como es mi suerte

porque antes de poder tenerla

más cierto parece el perderla.

 

Fue un sueño, ilusión que crecía

como se aumenta la luz del día

que aquello, sobre la almohada,

acabó dejándolo en la nada.

 

Si otros ojos igual la vieron

como los míos también lo hicieron

desde entonces yo la amo y quiero

como ese amor del amor primero.

 

Lleva usted, señora, bien mío,

la serenidad como atavío

que al recibir extrañas flores

ignora mi pena y mis dolores.

 

No le reprocho culpa alguna

si en otras manos está la luna

y las estrellas que pidiera.

Yo haría lo mismo, si quisiera.