Alberto Escobar

Doscientos cincuenta...

 

 

 

Doscientos cincuenta.
Doscientos cincuenta y uno,
doscientos cincuenta y dos...,
son demasiados, me dije, y la inercia
me empujaba a seguir pelando 
uno tras otro, como si un no sé qué
procedente de no sé dónde hubiese
atascado el interruptor y parar fuera
misión imposible —era inútil—.
Escuché repentino el sonar del timbre,
contestaba que carta para Gustavo
Cifuentes, y le dije que era justo arriba,
me dio las gracias y arribó escaleras
hasta perderse de mi vista, sigo contando.
Doscientos cincuenta y tres, doscientos
cincuenta y cuatro, y por la ventana
una moto que entra asustando mi fijación
en este contar —me acordé de su familia—,
pierdo la cuenta, maldije mil veces más
y vuelvo a la casilla de salida —uno, dos, tres...—.
Me levanto y me asomo, cojo el teléfono, miro
el guásap buscando una migaja de afecto, miro
el significado de la palabra gatuperio en Chrome
y no me quedo satisfecho; busco su etimología
y es tan peregrina que me hace reír el cómo, jaja,
conviven en un mismo mundo lo zafio y lo fino,
lo completo y lo imperfecto, tanto que insisto
en otras etimologías que no aparecen a mi llamada. 
Vuelvo a mi empeño por contar —cuatro, cinco, seis—, 
y el estómago me señala el camino de la despensa,
hago caso, abro dos puertas: la de la cocina y, después,
la del frigo —también abrí la de la alacena, son tres—,
hasta untarme fuagrás en una tostada sin tostar. 
Como, como devorando —sí que tenía hambre—, 
y vuelvo al pupitre, y sigo contando —siete, ocho—
ya sin convicción, sabiendo que en alguna estación
de la aritmética, en algún elemento de los elementos
del conjunto de los números enteros, algo o alguien
—prefiero alguien— va a interrumpirme para perder
otra vez, por enésima vez ya, la cuenta; me desesperaré
durante diez segundos, maldeciré mi suerte y preguntaré
al aire quién me pone la pierna encima, lloraré cinco
minutos, me entrará hambre —espero que esta vez sea
de algo más nutritivo—, y volveré a sentarme en la misma
silla, en el mismo pupitre, y diré, con un hilo de voz apenas,
uno, dos, tres...