FRANCISCO CARRILLO

EL PINO.

Se filtró esa simiente

de una piña entre las piedras,

en aquel acantilado

y germinó floreciente

asustado entre las hierbas,

con su raíz y su tallo.

Nació el pino en lo alto

sin elegir el lugar,

y al suelo, encadenado

a la orilla de un barranco,

nació allí solitario.

El rio y su mirada

no dejaban de mirarlo

y las flores lo miraban,

y los montes asombrados

observaban ese árbol.

Y la envidia fue creciendo

por todos los elementos,

por un pino que sin quererlo

nació en el sitio perfecto.

Y la lluvia le cayó

con fuerza desde los cielos,

y el sol, quiso quemarlo

y lo azotaron los vientos,

el frío lo congeló

y terremotos quisieron

que ese árbol que nació,

abandonara ese puesto.

Pero el pino, aguantó

y agonizaron sus ramas,

su tronco, se le partió

y derramó en el su sabia.

Todos rieron al ver

como el árbol fue muriendo,

y el rio, el sol y el viento

se olvidaron pronto de el.

Llegó la primavera

y el campo mudó su tono

y brotaron ramas nuevas,

en el pino, en su tronco.

Todo quedó en silencio

y todos pudieron ver,

que esta vida solo es

luchar, por seguir viviendo.

Y si el pino había nacido

en un lugar tan hermoso,

quizás, fue merecido

que mas da si naces pino¡

o matorral en el fondo.

Y lo miraba al pasar el rio

y el viento lo acariciaba,

el sol, secaba el rocío

y la envidia ya no estaba.