Desde el descubrimiento
y conquista
de este territorio,
los reyes fornican
en los portillos,
en los huecos,
por las hendiduras;
la fiebre del oro acumulado,
trastornó su “metabolismo”:
ha sido arriesgado para los súbditos
aparecer delante de ellos,
no tienen compasión;
en torno a palacio
hay ciudades enteras,
donde todos se parecen,
y reciben su merecido
cada tanto;
las damas al principio protestan,
los señores son más realistas
porque algunos se alejan después;
todos muestran sus blasones con orgullo,
producto de sus bien ganados privilegios
ante la corona;
lucen tan gallardos,
viriles y compuestitos,
las damas están alocaditas
y celosas entre sí;
hombres y mujeres poseen saludos
protocolares para con la realeza
que les pasa revista a diario;
se ha terminado el precioso metal,
mal habido, en estas tierras;
pero las costumbres quedan,
nadie protesta,
sino al contrario,
muestran su gran felicidad.
Hoy todo sigue igual.