Creí durante un tiempo,
que pretendí mucho,
haberte olvidado o
al menos condenar
al destierro
todas las ilusiones
que murieron
en tu puerta,
vencido el plazo de pago.
Interpuse barricadas del
«ya basta», acepté
mi libertad y me llevó
hasta La Habana/
monté en el Granma/
me lancé contra
otros nombres para borrar
el tuyo, aunque no
los descifrara.
Te imaginé fuera
de mí,
casi ni te imaginaba,
pero tuvimos que vernos
y todas mis defensas
alzaron banderas
blancas.
¿Cómo saltar los
límites de la poesía? El
delirio de la tierra plana
que rueda hacia
el vacío donde acaban
las palabras.
Saludos con cortesía
«¿Una entrevista?»
«Sí, claro»
y mirarte de reojo
para que no sospecharas.
En fin, ya regreso. Desde una
terminal te comprendí como
uno de los trazos del cuadro
de mi vida soñada
qué ¿debo? dejar atrás
(pequeña rebeldía tonta).
Nos vendría muy bien
el verde de tus ojos para
revitalizar las paredes
grises del Comité Central.