Y que en esto del amor
la verdad, no tengo suerte
me enamoro de princesas
que del amor nada entienden.
Conocí a Blancanieves
pudorosa e indefensa,
pero tiene entre sus piernas
el pecado a quien lo pruebe,
con ese aspecto de estrecha
una hiena, al fin de cuentas.
Y que al no tener bastante
conocí a Cenicienta,
otra loba disfrazada
en cuerpo de una princesa,
una bestia, una fresca
que de amor no se cansaba.
Entonces me enamoré
de otra que era muy bella,
resultó que con la bestia
por la noche me engañaba,
otra guarra disfrazada
con vestidos de princesa.
Por fin, me enamoré
de una que parecía
una princesa de cuento,
pero no pude entenderlo
una que al fin valía,
y siempre estaba durmiendo.
Porque en esto del amor
la verdad, no tengo suerte
me enamoro de princesas
que de amor, nada entienden.
Y que a otra conocí
rodeada por el hielo,
y era tan frío su cuerpo
que nada en mi se empinaba,
eran cubitos sus besos.
Nunca aprendí la lección
me enamoraba de ellas,
siempre quise una princesa
para dar mi corazón
para que fuera su dueña.
Al poco, me presentaron
una india muy morena,
una mujer que en su aldea
presumía de princesa,
pero vaya decepción¡
eran postizas sus tetas
y guardaba entre las piernas,
lo mismo que guardo yo.
Que desastre con mi amor
no encuentro a una buena,
y mira que hay princesas
para dar mi corazón.
Después me enamoré
de otra que era princesa,
y que en amor si era fuerte
pero de noche era verde
con orejas de trompeta,
y un aliento repelente.
Hay que ver que mala suerte¡
que tengo con las princesas,
no hay una que merezca
tener mi amor para siempre.
O quizás, haya buscado
donde no tuve que hacerlo,
es posible que en los cuentos
el amor, no es verdadero.
Buscaré fuera de ellos
la princesa de mi vida,
la mujer con la que sueño
la que no tenga mentiras.
Porque princesas, hay a cientos
aunque no son conocidas,
buscaré una que sirva
y que su amor sea sincero.
Porque en esto del amor
la verdad, no tengo suerte,
me enamoro de princesas
que de amor, nada entienden.