Caracol que madrugas
y con gracia me alegras,
la pupila dormida
y que ahora despierta.
Me cautiva tu paso,
en el prado y la hierba,
y también, cuando inicias,
tu desliz en la piedra.
Tu figura se alarga
y va haciendo piruetas,
en el largo camino
sin cerrojos ni puertas.
Eres libre, sin dueño
y hasta llevas a cuestas
la casita preciada
en tu espalda traviesa.
Caracol que madrugas
yo persigo tus huellas,
por ventanas y porches
y en algunas macetas.
Aunque formas arrugas
en mi frente, en la huerta,
cuando veo mordiscos
en las plantas y fresas.
Pero yo te perdono,
caracol, sin melena,
porque das mil sonrisas
y no pides la cuenta.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/06/24