Hubo una vez una maga
que me enseñó lo que es vivir sin remordimientos,
lo que es perdonar a pesar de las heridas,
lo que es amar sin límites,
y me señaló la puerta abierta donde tocar
para encontrar la ilusión,
y la ventana que cerrar ante el infortunio.
De ella aprendí a vivir sin juzgar,
a echarme a cuestas mis amarguras,
sembrarlas en algún jardín abandonado,
y regarlas con mi llanto,