Y siempre llega después del calor,
la luz cegadora de ese verano,
azul preludio de rojo invierno
que se desgrana en el horizonte
desde el faro luminoso y lejano.
Lo inesperado se vislumbra,
en el océano celoso de la luna,
todos a ella la miran,
pero miradas a sus aguas
casi ninguna.
Así llega la conciencia
a veces yerta e instantánea.
Después de resucitar,
a punto de estar ahogándose,
en este mar profundo,
de seres inconcientes,
que como sonámbulos,
crecen y se reproducen.