De nuevo, tu sonrisa,
limpió mis telarañas
que habían avanzado
cubriendo las ventanas.
Tus letras me animaron,
temblaron mis pestañas
y el agua vino a ellas,
cual brisa enamorada.
Creí que te habías ido,
muy lejos, por montañas
y puede que por sendas
y rutas muy lejanas.
Estaba entristecido,
sin sueños y sin nada,
sumido en la miseria
de miedos y fantasmas.
Veía que mis sueños
con prisas se alejaban
y huían de mis manos
los versos y la calma.
Quería tu sonrisa,
tu voz y tu palabra,
por medio de las letras
que antaño me llegaban.
Y un día, sin pensarlo,
volvieron a mi casa
las letras temblorosas
que tanto deseaba.
Lloró, sin tú saberlo,
un niño en la distancia,
plasmando en sus poemas
la sangre alborozada.
Temblaron sus ojitos,
con brisa satinada
y lluvia de un verano
con rosas y con magia.
Y fueron de un poema,
las flores rescatadas,
con sueños y ternura
en ellos reflejada.
Doy gracias a los cielos
por esa forma clara
de verte en estos versos,
temblando y sin distancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/06/24