En mis años jóvenes, fui guitarra y Coca-Cola,
curvas que cantaban melodías al viento.
Cabello rizado como olas en el mar,
piel canela, bañada por el sol tropical.
Encantadora, con una sonrisa que era contagio,
amante de la playa, la luna y las noches de lluvia.
Exterior de rayo de luz, brillo que deslumbraba,
pero en mi interior, una noche de tinieblas,
con espacios oscuros que nadie veía.
Pasaron años, momentos de tristeza,
lágrimas que regaron mi camino.
Ahora, a mis cuarenta y tantos,
llevo vivencias e inseguridades en el bolsillo.
He vivido cada año, cada instante,
con intensidad y verdad.
Hoy disfruto estos años bien vividos,
una sinfonía de luces y sombras,
una vida completa, una historia sin quejas.