En la sencillez de la vida se halla la esencia,
como el agua que a vino se transforma con presencia.
Un milagro primero de Jesús, de calidad suprema,
nos enseña que lo simple puede ser la diadema.
Jesús, con túnica fina, al final de su jornada,
nos mostró que lo material no es nada comparada
con la riqueza eterna de un espíritu en calma,
que busca en el Reino de Dios su paz y su palma.
El dinero, las joyas, los banquetes, el vino,
no son más que pasajeros en el camino divino.
Lo que queda es el amor, la fe, la esperanza,
y un corazón que en lo alto siempre se lanza.
Daniel, con su vida, un ejemplo nos da,
de que servir y amar es lo que siempre quedará.
No son las cuentas bancarias ni el oro lo que cuenta,
sino las bendiciones de Jehová que el alma alimenta.
Porque al final del día, cuando el sol se ha puesto,
lo que importa es el amor, lo demás es obsoleto.
Así que vivamos con gozo, con amor y con fe,
y que nuestra riqueza sea lo que el corazón ve.
Que las cosas del mundo no nublen la vista,
que el camino del servicio no se nos resista.
Que como Jesús, y como Daniel, podamos encontrar,
en la sencillez y el amor, nuestro lugar.
Porque en cada gesto sencillo, en cada acto de bondad,
se refleja la luz de la eternidad.
Y en cada paso humilde, en cada ayuda brindada,
está el Reino de Dios, se siente la llamada.
Que la vida es un viaje, y el material es pasajero,
pero el amor es eterno, y en él soy sincero.
Que como Jesús, podamos siempre enseñar,
que en el Reino y en el amor debemos confiar.
Que las cosas materiales son solo un medio,
y que el fin es el amor, ese es el remedio.
Que como Jesús, podamos vivir con sencillez,
y encontrar en el servicio nuestra fortaleza y altivez.
Porque al final, lo que cuenta es lo que damos,
y en el amor y el servicio, nosotros nos encontramos.
Que las cosas del mundo no nos hagan olvidar,
que es en el Reino de Dios donde debemos anclar.
Que la túnica fina y el vino de calidad,
nos recuerdan la importancia de la humildad.
Que aunque disfrutemos de la vida y sus placeres,
Recordemos que en el Reino de Dios están los verdaderos deberes.
Que la sencillez de la vida es la verdadera riqueza,
y que en el amor y el servicio está la grandeza.
Que como Jesús, podamos vivir con criterio equilibrado,
y que en el Reino de Jehová, encontremos nuestro legado.