Me dijo que escuchó de Facundo las palabras sagradas:
no esperes a decir te quiero, te amo... a la madre, a un amor.
Y entendí que no me quiere, o tal vez no me lo ha dicho,
pero tal vez si no lo ha dicho, es porque nunca lo sintió.
Por qué arriesgarse al martirio del silencio?
Por qué coserle la boca al amor?
Qué certeza necesita el amado,
que no quiere creer en la sinceridad de quien tiernamente lo besó.
Ha de necesitar una caricia del alma,
pero no aquella que le doy.
Ha de necesitar una caricia del alma,
pero de su amada, tal vez...
y tal vez ella, no soy yo...