Llora la tierra, Cumanacoa herida, por la furia del río desbordado, sueños sumergidos, hogares arrasados, un pueblo en duelo, corazones quebrados.
La lluvia ha caído, los ojos mojados, la fuerza que empina y no ha de doblegarse, la resistencia del pueblo, nuestro corazón arde, con esperanza y fe que no han de apagarse, quebradas las rodillas ante nuestro Rey, al Dios Poderoso que tiene el poder, de sacarnos del cieno y plantar a su grey
Dios, que todo lo ve y todo lo sabe, con su mano poderosa nos ha de amparar, en la fortaleza que en el alma se grabe, para seguir avanzando sin mirar atrás.
Alabanza extrema para nuestro Dios, que preserva la vida, a pesar del dolor, un llamado a las manos que se elevan hoy, a las voces que suban en intenso clamor, de la tierra mojada emergerá el fervor, y con dolores de parto pronto brotará, la generación que al Maestro al rostro mirará, un nuevo comienzo que renacerá, para perfumar el trono de nuestro Creador.
Con paso firme y corazón valiente, han de surgir de las cenizas de la adversidad, levanten los corazones hacia el horizonte, porque Cumanacoa tiene un propósito latiente.
En la fuerza de nuestro Dios está la clave, y en la unión que nos une como hermanos, en la fe que nos guía y nos levanta, en la esperanza que brota de las manos.
Fuerza en la unión, en la solidaridad, en la mano tendida y la palabra de verdad, en la esperanza que brota con tenacidad, y en la fe que ilumina aun la oscuridad.
Cumanacoa, tierra de noble hidalguía, tu nombre resuena con fuerza y bravura, en la lucha titánica que hoy te desafía, tu espíritu indomable será tu armadura.
Que la lluvia lave las heridas del pasado, y la tierra fértil dé frutos de bondad, que la resistencia del pueblo sea un faro dorado, y la fortaleza de Dios su eterna heredad.
Dios te sostiene en la palma de su mano, te ofrece fortaleza en medio del dolor, la alabanza se eleva como un canto, un himno a la vida, un tributo al amor.
Eres tierra fértil, eres savia que corre, eres canto de pájaro, eres la melaza del cañaveral, eres pueblo noble, eres luz que ilumina, eres Cumanacoa, ¡y volverás a brillar!