No son necesarias
las turbulencias
si los ovillos
redondos de lana
bien devanados
ruedan por la pendiente,
son cables de telégrafo codificados
formando una maraña
que destroza reputaciones
mofándose de cualquier paisano.
Una confusión sin arte
no resuelve la inseguridad.
Con alivio
se desparrama la tarde
y el olvido se desvanece.