El hombre no envejece
Envejece su sombra que palidece
Envejece su voz que vibra a veces
Sus ojos envejecen
que ya vidriosos no se mecen
sino que haya en el infinito se pierden.
El hombre no envejece
si no es solo que la piel ya no tensa fuerte
y el brillo del rostro que se oscurece
y la palma de la mano que ya no siente
y que la espalda se endurece
como un árbol indeseado
con raíces en el vientre.
El hombre no envejece
sino que es solo su pecho que ya no envuelve
y sus dedos que ya no huelen
y su alma, que de tanto doler ya no duele.
El hombre no envejece
sino es que ya su memoria inmemorial
lo atornilla al día agreste
y su ego otrora fuego
se va desvaneciendo
se va apagando lento.
El hombre no envejece
sino que sus amigos se van yendo
en multitud de parcas hacia un horizonte negro
ante la mirada del ser perplejo
mirada triste, impotente, desahuciada
vidriosa, llorosa, arrugada
una mirada atada y rabiosa
Los seres queridos se van muriendo
no solo en las palabras y los verbos
sino también en la mente y los pasatiempos.
El hombre no envejece
sino que son sus sueños los que se alejan
tapados con eterno silencio
entre lamentos y quejas
Cuando ya no se sale del laberinto
y la única compañía fiel es el vino tinto
Cuando no se percibe el viento
ni se oye su sonido
y ya no queda nada bello
y se ralentizan los latidos
y se entiende lo inexplicable
y lo importante pierde sentido
y no se valora lo amable
y retorna a la casa el indefenso niño …
No es que el hombre se hizo viejo
no, ni tampoco que su corazón se puso añejo
Es solo el grito de la Esencia
que nos anuncia con macabra complacencia:
Señor, usted ha llegado ya, al final del juego.
SANTIAGO ALBOHERNA