♥(¯`*•.¸♥millondurango♥¸.•*´¯)♥

Yo estuve junto a él como un obrero experto. Día tras día su mayor alegría era yo, y siempre me sentía feliz delante de él (Prov. 8:30).

En la vastedad del tiempo, en la infinitud de la creación, se alza una voz que enseña con la suavidad del viento y la firmeza de la tierra. Jesús, el maestro de parábolas, en su andar terrenal, tomó los hilos de la naturaleza para tejer lecciones eternas sobre el amor y la providencia divina. La luz del sol, que sin distinción alguna baña con su calor a justos e injustos, y la lluvia, que con su toque vivificante no discrimina tierra alguna, se convierten en símbolos de un amor que no conoce fronteras.

 

Así como el sol no retiene sus rayos, ni la lluvia sus gotas, Jehová extiende su amor indiscriminadamente, regalando vida y oportunidad a toda criatura bajo su vasto cielo. En el Sermón del Monte, Jesús capturó la esencia de esta generosidad divina, instando a sus seguidores a reflejar esa misma imparcialidad y amor en sus corazones y acciones. Nos invita a mirar más allá de nuestras propias vidas, a ver en cada atardecer un recordatorio de la magnanimidad del Creador, y en cada gota de lluvia, una invitación a compartir ese amor incondicional.

 

La enseñanza es clara y el llamado resonante: amar como se ama desde lo alto, sin restricciones, sin esperar reciprocidad, extendiendo nuestras manos y corazones a todos por igual. Al contemplar la majestuosidad de un atardecer, o al sentir la caricia de una llovizna, recordemos la lección de Jesús, que nos impulsa a ser portadores de luz y agua viva, a ser distribuidores de amor y bondad, a ser, en esencia, un reflejo de la imparcialidad divina.

 

Que cada día sea una oportunidad para practicar la lección del monte, para vivir en la emulación de ese amor perfecto que no hace acepción de personas. Que cada acto de bondad sea un eco de la voz que habló entre las colinas y valles, que cada gesto de compasión sea una nota en la sinfonía de la creación que canta al amor de Jehová. Y así, paso a paso, palabra por palabra, hecho por hecho, construyamos un mundo donde el amor sea la lluvia que nutre y el sol que ilumina, sin fin, sin cesar, para todos.