La luna acaricia mi rostro,
encontrando arrugas aumentando sobre mis años,
noches asesinas de mis sombras,
desvaneciendo las huellas de mi historia,
como si el astro encontrara en mi imagen,
silencios que me perforan como ballestas.
Es como encontrar en sus caricias,
roces, más allá de nosotros mismos,
cual razón mágica para la esperanza,
que remueve las gotas de sangre seca,
dejando al corazón latir sin tiempo.
Es una caricia misteriosa, elusiva,
de un mar inocente cobijando la luna,
para reflejarla en el semblante,
marcando los pasos de una nueva vida,
de un tiempo sin horas
de un hombre con nombre.