Balada del payaso triste
Verso libre
Hay algunos versos inspirados
y algunas metáforas tomadas
del poema: -Aurora-
de Federico García Lorca.
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Mueren los sueños
en los vasos de vino
nadan muy mal
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Juan era valiente, quería luchar
para salir de la oscuridad de sus noches muertas.
Juan era dueño del cielo, de las estrellas
y de sus sueños de boxeador.
Quería luchar contra las agonizantes horas
de sus vómitos de madrugada
en la esquina de algún rancio bar.
Le vi, por última vez perderse en los arcos
de un horizonte plagado de vasos de vino,
dejó su mar y su cielo, a mí me regaló una estrella.
Le vi perderse como una blanca y transparente paloma,
bañada en vasos de alcohol de taberna,
le vi tocar las campanas de la gloria,
vi la tristeza de los sueños rotos
en una manzana nueva llena de gusanos viejos.
Le vi alejarse como una paloma con las alas rotas,
como la felicidad del niño que quería ser oso.
Juan tenía su propio mar y un barco naufragando en él,
con la quilla afilada por el alcohol.
La nueva aurora llegó disfrazada de payaso triste,
con un vaso de tinto en la mano.
Por el barrio paseaban gentes
sepultando con sus voces insomnes
la agonía de parras agonizantes y vasos de turbio vino.
El horizonte poblado de buitres negros,
se llevaba en un saco, con el culo roto
los sueños del payaso triste que quiso ser boxeador
y como en un naufragio de sangre
bañó sus guantes en alcohol
afilando la quilla que horadó su corazón.
Y la sombra escarlata, de los sueños de Juan
se perdió en el arco oscuro del horizonte,
sin sueños, sin auroras nuevas, sin mañanas,
tan solo eterna oscuridad, donde solo se oye
el tintinear, de monedas de cobre,
sobre una barra de cinc apoyada en despojos humanos,
donde un tabernero, con la cara devorada,
vende vino a los borrachos sin mañana ni esperanza.
No hay paraíso, solo ciencias sin raíces
y huracanes de enjambres furiosos
pulverizando los rostros de los que no supieron nadar
en hondos vasos de tinto,
de los que hicieron capa de su ignorancia,
construyendo castillos de arena rodeados de fosos de vino
en cumbres de altas montañas.
Y Juan se fue
con el payaso triste que vino aquella madrugada,
cuando aún estaban los perros dormidos
y agrios los vómitos de los borrachos en las aceras.
A Juan Morcillo se lo llevó un mal viento
una oscura madrugada.
Mercedes Bou Ibáñez
La aurora
de Federico García Lorca
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.