Tomás Osorio del Río

El silbido de la esperanza

Estoy ciego,

con los ojos arrancados

por la crueldad del sin vivir.

 

Oigo mi sollozo en otras manos.

Me persigue ese ruido,

hasta que nada capto

a través de los sentidos.

 

- ¿Al fin muero? -

me pregunto.

Nadie me toma el pulso,

ni lo siento.

 

Estoy mareado

y me encuentro nauseabundo

y arrastrando

tantas cargas como el cuerpo que no intuyo.

 

Cae sobre mis labios ese algo,

pero no me sabe a nada

y la mente me engaña

usando otro sonido cardiaco.

Y ya nada duele…

no como esperaba.

 

Ese engaño que adjudica mi mente

permite imaginarme sobre las gradas;

sin fracasos …

 

Pero la negra niebla vuelve

en el despertar de un silbido.

Todo vuelve a doler

y me arrastro

persiguiendo los recuerdos

que quise desconocer.

 

Todo vuelve … todo

menos el buen chico que fui

de eso ya no hay modo.

Ni yo me soporto.

 

En este incómodo traslado

extiendo mis largos brazos

a un silbido.

 

Reprimo mi tenue olfato

Como otro hombre ingrato

al haber sido.

 

Escucho otra vez su silbar

mientras la saliva ahoga mi garganta

y siento en la sangre la mar

tan salada…

 

Ansío levantarme,

removido por horrores

que relatan los sabores

de otro trago de vinagre.

 

Sea pues mi sangre

la que engulla entre sus olas

los lugares en que mora

aquel cobarde.

Ha despertado el silbido

ese instinto

deseoso de sus mares.