Recuerdo aquella tarde,
tarde de neblinas,
a lo lejos una voz
de un pequeño capitán.
Era un niño más
que se encontró con Dios,
que alegría era feliz
mi pequeño capitán.
A mí oficina entró
me miró a los ojos
una lágrima surgió
mientras murmuraba,
quiero ser feliz
y si lo quiere Dios
que de un niño como yo
surja un cura como usted.
Durante un frío invierno,
su corazón ardía
era muy feliz
Y se fue volando.
El pequeño luchador,
el fiel capitán,
logró construir
un camino de amor.