En el barrio, el más profundo solsticio,
permanece aferrado sobre siluetas
deformadas por el espejismo virtual
de un horizonte en calima asfixiante.
El sol taladra las inertes paredes,
tras los cristales, suena el zumbido
de los Split de los compresores
que transmiten cierto aire fresco.
Mientras, los cuerpos tendidos,
succionan la tranquila siesta.
Un ruidoso autobús urbano
deambula sediento por entre
las esquinas inflexibles y aristadas,
roñosas y oxidadas de orines, a la vez,
los excrementos atraen a las Urracas.
Y, no se oye el canto del jilguero
ni el gorjeo fáunico de las frescas
y abigarradas mañanas, pues,
el bochorno aletarga la calobiótica
¡El barrio, con vistas al mar, dilata su asfíctico semblante!