Cuando tú te fuistes, me envolvieron las sombras, y en la penumbra vaga de esta vereda triste, fue el testigo silencioso de todas nuestras cosas. Mis abrazos quedaron suspendidos en el aire, buscando tu rostro que ya no está.
Tus ojos, como faros lejanos, guiarán mis pensamientos hacia ti, aunque sepamos que no volverás. El dolor de tu ausencia se posará como un ave herida en mi corazón, y yo, como un marinero perdido en la niebla, esperaré en vano tu regreso.
Aún no supero que te hayas ido, tío, en ese viaje sin retorno, pero sé que vives en mis recuerdos, como un poema eterno que nunca dejaré de recitar.